miércoles, 12 de febrero de 2014

Lápiz y personas

Cuento inventado diecinueve


Un niño observaba a su abuelo mientras éste escribía una carta, con un lápiz.

El niño pregunta al abuelo cuál es el contenido de la carta y el destinatario.

El abuelo responde: "escribo sobre tí. Pero lo importante no es lo que digo, sino el lápiz con el que escribo. ¿Quieres saber por qué?".

El niño se fija en el lápiz, sin hallar nada en particular y dice: "claro, abuelo, pero el lápiz no tiene nada de extraordinario... ¿por qué me dices que es importante?"

El abuelo responde: "hijito, un lápiz es muy importante. Y lo es por cinco motivos":

"En primer lugar, porque, al igual que el lápiz, tú podrás hacer grandes cosas en la vida, pero lo importante no serás tú, sino la mano o el sentimiento que te guíe. Tú siempre tendrás que guiarte por Dios, o por el amor a los demás".

"En segundo, porque, de tanto en tanto, tendrás que sacarle punta al lápiz. Yo sé que la madera del lápìz sufre cuando la afilo, pero es necesario para que pueda escribir bien. Igualmente, las personas debemos depurarnos y corregirnos, a veces con algo de dolor, para ser mejores."

"En tercero porque las personas, como los lápices, necesitamos una goma de borrar para la mayoría de errores que cometemos. Pedir perdón es una de las cosas que más nos ayudan para mejorar nuestra existencia"

"En cuarto, porque lo importante del lápiz no es la madera, sino el grafito que hay en ella. En el caso de las personas sucede lo mismo: el aspecto no es importante. Lo importante es lo que tenemos dentro".

"Y en quinto y último lugar, porque, al igual que los lápices, las personas dejamos siempre una marca allí por donde pasamos. Así que hay que ir con cuidado con lo que hacemos en cada momento".

"Sé un buen lápiz", le dijo el abuelo a su nieto.

"Gracias abuelo", le repuso el nieto.

sábado, 8 de febrero de 2014

Tazas llenas, aprendizaje vacío

Cuento inventado dieciocho


En la antigua China milenaria existía un bravo guerrero. Invicto, había combatido en las batallas más grandes y gloriosas. Se había forjado una leyenda.

Entre guerra y guerra, quiso visitar a un maestro en sabiduría, muy venerado por la profundidad de sus palabras y de sus silencios. Decidido, el guerrero quería aprender hasta el más mínimo detalle de su sabiduría, por si podía aplicarla en sus batallas.

El guerrero llegó a la cabaña del sabio. Solo y desarmado. Se lo encontró sentado, meditando al lado del fuego.

Empezó a explicarle al maestro sus muchas aventuras y los éxitos cosechados combate a combate, muerte a muerte. Le habló de los tesoros, de las victorias, de los saqueos, de las mutilaciones, de los reinos que había coquistado, del liderazgo que le infundía a sus soldados y de lo mucho que era capaz de dar órdenes.

Así, explicando sus glorias, el guerrero estuvo hablando un largo rato. Hasta que paró para pedir agua al maestro, porque tenía sed.

El maestro, que hasta entonces había estado callado, le entregó una taza vacía. Luego sacó una tetera que estaba calentándose al lado del fuego y se dispuso a servirle al guerrero.

Al principio, vertió un poco de té en la taza. Pero no se detuvo ahí, y se la llenó del todo. Y tampoco se detuvo. El maestro le llenó la taza al guerrero hasta que la taza se colmó. Y seguía sirviendo y sirviendo té.

El guerrero, que había empezado a hablar hacía un rato, volvió a pararse y a callar. Le dijo al maestro: "Maestro, ¿no os dáis cuenta de que estáis vertiendo el té fuera de la taza? ¿No véis que mi taza ya está llena y no cabe más té en ella?"

El maestro respondió: "exacto, señor guerrero. Usted vino con la taza llena a mi casa. ¿Cómo espera aprender alguna cosa de mí?. A menos que vacíe su taza, no se la puedo llenar con nada".

El guerrero se dio cuenta. Calló, se olvidó de quien era por un rato y, así, empezó a aprender de verdad.

miércoles, 5 de febrero de 2014

A tu ángel le llamarás 'mamá'

Cuento inventado diecisiete


A mi madre, que volvió a la presencia de Dios, no hace mucho.


Dice la leyenda que en el Limbo habitaba un niño que todavía no había nacido y que tenía la capacidad de hablar con Dios.

"Parece ser", le dijo a Dios, "que mañana me vas a enviar a la tierra, Señor"

"Así es", le dijo Dios.

"Pero, cómo voy a poder sobrevivir si soy tan pequeño y estoy tan indefenso", dijo el niño.

"Entre los muchos ángeles que tengo a mi cargo, he escogido a uno que te está esperando y que te va a cuidar", dijo Dios.

"De acuerdo, pero es que aquí en el cielo solo se canta y se ríe, y con eso yo soy muy feliz. Temo perder esa felicidad... Y, además, ¿cómo voy a entender lo que me diga la gente de la tierra, si no conozco la lengua en la que habla la gente?".

Dios le dijo: "Tu ángel te va a decir las palabras más dulces y tiernas que puedas escuchar. Y, con mucha paciencia y amor, te va a enseñar a hablar".

"Señor", dijo el niño, "¿cómo lo haré una vez en la tierra si quiero hablar contigo?".

"Tu ángel te juntará las manitas y te enseñará a rezar", dijo Dios.

"Pero siempre estaré triste porque no te podré ver más", dijo el niño.

"Tu ángel te hablará de mí y te enseñará el camino que tendrás que seguir para volver a mi presencia, a pesar de que yo siempre voy a estar a tu lado", dijo Dios.

"Señor", dijo el niño, "me han contado que en la tierra hay personas muy malvadas... ¿quién me defenderá de ellas, mientras yo no sea capaz por mi mismo?"...

"Tu ángel te defenderá, incluso al riesgo de perder su propia vida", dijo Dios.

En aquel momento se hizo una paz infinita en el cielo. Y el niño entendió que se estaba encarnando en la tierra. Así, con prisa, todavía le preguntó a Dios: "Señor, ya me estoy yendo, por favor dime el nombre de mi ángel, para que pueda llamarle tan pronto pueda hablar en la tierra. Será la primera palabra que voy a decir".

Y Dios le dijo: "a tu ángel, tú le llamarás 'mamá'".



sábado, 1 de febrero de 2014

Más sobre el dinero - el billete de 500 euros

Cuento inventado dieciséis


Un amigo llamó a su amiga para contarle que se sentía muy deprimido y agobiado. Necesitaba poder hablar con alguien de confianza e incluso llorar, si era necesario.

El amigo había recibido una bronca de su jefe y se sentía algo frustrado. Tambíen había sufrido reveses dolorosos en su salud y en sus relaciones afectivas. No se veía capaz de hacer nada.

Amigo y amiga se citaron en una cafetería para tomar algo, mientras hablaban.

El amigo le fue explicando sus problemas, uno por uno, a su amiga. Y también le dijo lo mal que se encontraba y lo poca cosa que se sentía.

La amiga metió la mano en su bolsillo. Sacó una billetera y de ésta sacó un billete de 500 euros, de esos que son tan poco frecuentes de ver.

Puso el billete encima de la mesa y le preguntó a su amigo: "Oye, ¿tú querrías este billete?"

El hombre respondió: "bueno, no entiendo a qué viene esto, pero, sí, claro que me gustaría tener un billete de 500 euros".

La mujer dobló el billete por la mitad. "Y ahora, ¿lo querrías también?".

El hombre respondió: "sí, claro. Es un billete de 500 euros. Doblado, pero sigue valiendo".

La mujer arrugó el billete de mala manera. "¿Y ahora?"

"Claro", dijo el hombre. "Es un billete arrugado, pero válido".

La mujer tiró el billete al suelo y lo pisoteó. Y luego, incluso, vertió algo del café que le quedaba en la taza encima del billete. "¿Y qué me dices ahora? ¿Lo sigues queriendo?".

El hombre respondió: "no entiendo por qué maltratas tanto ese billete. Pero, en fin: mientras el billete esté entero, puede estar doblado, arrugado, ensuciado o pisoteado... pero sigue teniendo valor, así que ¡claro que lo querría!".

"Pues muy bien: te lo doy", le dijo la mujer. "Y, escúchame: tú puedes compararte con el billete de 500 euros. Por doblado, dolido, deprimido, ensuciado, pisoteado o mal que te veas, tú sigues conservando todo tu valor".

El hombre entendió.

"Y ahora, quédate con mi billete y paga la cuenta. Me debes un billete de 500 euros nuevecito y limpio, para poder hacer este mismo truco con otros amigos, cuando lo necesiten", finalizó su amiga.

miércoles, 29 de enero de 2014

¿Por qué la gente grita?

Cuento inventado quince


Una maestra quiso explicar a sus alumnos de primaria lo que sucede cuando la gente se enfada.
Les preguntó: "niños, ¿por qué creéis que las personas se gritan?"

Un niño dijo: "Tal vez porque perdieron la calma". Otro señaló: "porque estaban enfadados y perdieron el control"...

"Bueno", dijo la maestra, "todo eso es correcto, pero si las dos personas están cerca la una de la otra, ¿por qué se gritan? ¿No podrían estar enfadados en voz baja?".

Los niños y niñas se quedaron mudos. No sabían qué responder.

La maestra les retomó la palabra y les explicó:

"Cuando dos personas se enfadan, sus corazones se alejan mucho el uno del otro. Y para compensar esa distancia, se ponen a gritar. Porque de otra manera no se escucharían. Cuanto más enfadados se encuentren, más tendrán que gritar para superar la gran distancia entre sus corazones".

Y entonces cambió de ejemplo:

"¿Y sabéis qué sucede cuando dos personas se enamoran? Pues que no se gritan. Más bien se hablan suavemente... ¿Sabéis por qué? Pues porque sus corazones están muy cerca el uno del otro. La distancia entre los dos es pequeña y el uno siempre está pendiente del otro, de manera que no hay necesidad de gritar. A veces, dos enamorados tienen suficiente con una mirada para decirse que se aman. No tienen que gritar, ni siquiera que hablar en voz baja... Así es el amor".

Los niños de aquel parvulario entendieron que no tenían que enfadarse, porque les era muy duro tener que gritar.

También entendieron que no debían pronunciar palabras que les distanciaran al uno del otro, porque, tal vez, llegaría un día en que la distancia podría hacerse tan grande que ya no habría modo de encontrar el camino a casa.

sábado, 25 de enero de 2014

El tiempo, piedras y belleza

Cuento inventado catorce


El maestro tenía a muchos alumnos a su cargo. Todos ellos buenos muchachos y muchachas. Jóvenes, llenos de energía e inquietos. Justo las virtudes que el maestro había perdido con los años. Pero los discípulos carecían de lo que al maestro le sobraba: sabiduría.

Les puso una prueba. Quería explicarles lo importante de aprovechar el tiempo de la vida, haciendo muchas cosas a la vez.

Ese día, en el aula, el maestro tomó un gran bote de cristal transparente y lo llenó de piedras del tamaño de puños. Les dijo: "Decidme: ¿el bote está lleno o está vacío?"

"Lleno", dijeron todos al unísono.

"Si está lleno", dijo el maestro, "es porque no cabe nada más, ¿verdad?".

"Sí", respondieron.

"Pues entonces no está lleno", dijo el sabio. Entonces tomó piedras del tamaño de gravilla y las metió dentro del bote, donde poco a poco fueron acomodándose entre las piedras del tamaño de puños.

"Y ahora, ¿está lleno?"

"Ahora sí, maestro", dijeron los discípulos.

"Pues tampoco está lleno", respondió el maestro, mientras tomaba un puñado de arena y, nuevamente, lo metía dentro del bote para rellenar los pequeños espacios que todavía se encontraban entre las piedras y la grava.

"Y ahora, ¿está lleno?"

"Ahora, seguro que sí, maestro", aseguraron los discípulos.

"¡Pues os equivocáis otra vez!", dijo el maestro, mientras vertía agua con una botella dentro del gran bote de cristal. El agua se coló por los microscópicos agujeros que quedaban entre la arena, la gravilla y la piedra.

"¿Y ahora?" preguntó.

"Ahora, maestro, parece que todo está lleno y que nada más va a caber ahí dentro", le dijo uno de los alumnos más aventajados.

El alumno le dijo: "maestro, creo que todos hemos entendido la moraleja de tu explicación: por mucho que parezca que estamos ocupados, siempre queda tiempo para algo más. Por mucho que nuestra agenda diaria parezca que va a explotar, siempre podemos dedicarnos a algo más. Porque el tiempo es algo flexible, que siempre puede dar de sí..."

El maestro respondió: "te felicito. Has entendido la moraleja de mi ejemplo. Pero permíteme que te sorprenda: el bote todavía no está lleno".

Los alumnos desconfiaron.

Y entonces, el maestro, salió al exterior. Tomó unos pétalos de rosa de un rosal cercano, y volvió al interior del aula. Puso los pétalos encima del bote. Ligeros como eran, éstos pétalos de rosas flotaban en el agua que casi rezumaba el tarro.

"¿Véis? Incluso con el bote lleno de piedras, grava, arena y agua, siempre queda espacio para un pétalo. Así que, con vuestra agenda cargada de trabajos de todo tipo, siempre os quedará algo de tiempo para contemplar la belleza".

Ese día los alumnos lo entendieron todo.


miércoles, 22 de enero de 2014

No te dejes lo importante

Cuento inventado trece


En una tierra lejana se explica, todavía hoy, la leyenda de una pobre mujer que andaba famélica con un bebé entre sus brazos. Sobrevivía cómo podía con los pocos alimentos que le daban los viajantes en los caminos y con el agua de los arroyos y riachuelos.

Una noche de cruda tormenta, decidió resguardarse en una cueva que había localizado días antes. Allí encendió un fuego, se sentó y esperó a que el temporal amainara. Mientras tanto, amamantó al pobre bebé y le dio calor.

Al rato, una voz misteriosa y rotunda se pudo escuchar desde lo más profundo de la caverna. Le dijo: "ven, entra aquí y sáciate de todo lo que quieras".

La mujer, asustada y sorprendida, preguntó al aire: "¿quién eres?".

La voz respondió: "soy el espíritu que mora en la cueva. Esta cueva ha servido de refuigio a miles de hombres y mujeres desde el principio de los tiempos. También a ladrones y personas de oscuras intenciones. Muchos han dejado sus fortunas y tesoros aquí".

Continuó la voz: "entra, toma todo cuanto quieras. Pero no te olvides de lo más importante".

La mujer, más por curiosidad que por otra cosa, decidió adentrarse en la cueva. Tomó una antorcha en una mano, y a su bebé en la otra.

La voz volvió a retumbar: "no te olvides de lo más importante".

Al rato de andar encontró, efectivamente, una cámara con muchos tesoros: oro, perlas, diamantes, cosas todas ellas de gran valor. La mujer dejó al niño y tomó todo cuanto pudo. Tuvo que emplear las faldas de su vestido para poder acarrear.

La voz le dijo: "tienes solo dos minutos para recoger lo que quieras. A partir de ese momento, las puertas de la cueva se cerrarán para siempre jamás. Y no te olvides de tomar lo más importante".

La mujer, asustada por las prisas, salió como pudo, con una mano cerrando la improvisada bolsa que había fabricado con su faldón y con la antorcha en la otra mano. Las puertas se cerraron, finalmente, tras ella.

La mujer salió rica de allí. Pero se había olvidado de recoger lo más importante: su bebé.

Las riquezas se esfumaron al poco tiempo. La desolación de la mujer duró toda la vida.

Moraleja: Las cosas materiales se esfuman. La pena por no haber dedicado tiempo a lo importante dura para siempre.

sábado, 18 de enero de 2014

¡Silencio!

Cuento inventado doce


Creo que la mitad de mis males se deben a no decir, o a no hacer, las cosas que debería de decir o de hacer, cuando es preciso. La otra mitad, la que hoy me interesa, la atribuyo a la falta de silencio en mi vida. Aquí explico un cuento al uso.

Érase una vez una persona que huía del silencio como el gato huye del perro y el ratón del gato.

Por la mañana, cuando despertaba, conectaba la radio para saber las noticias.
Luego, cuando iba al trabajo, no paraba de hablar por teléfono.
A la vuelta, enchufaba el televisor y se quedaba viéndolo hasta que quedaba dormido. Y así día tras día.

Un día esta persona se empezó a encontrar mal. No sabía cuál era la causa de su dolor y visitó a diversos médicos para que le recetaran algo que le ayudara a curarse y sentirse mejor.

No encontró remedio en medicinas o tratamientos.

Hasta que un día encontró a un sabio, tal vez la persona más sabia de todo el país. Y le dijo que lo mejor para curarse era encontrar la paz.

El hombre, un poco decepcionado, dijo que no sabía dónde encontrar la paz. Empezó por ir al mercado, a comprarla en una tienda. Pero no halló ninguna tienda especializada.


Luego, miró en Internet y en televisión, buscando cómo conseguir la paz. No tuvo éxito.

También preguntó a sus amistades, y no resolvió su problema.

Finalmente, un día cayeron casualmente en sus manos unas palabras de una persona santa, llamada Teresa, que vivió en Calcuta, y que había hecho mucho bien a miles de personas.

Esas palabras decían:  
"El fruto del silencio, es la oración. 
El fruto de la oración, es la fe. 
El fruto de la fe, es el amor. 
El fruto del amor es el servicio. 
El fruto del servicio, es la paz".

El hombre dijo "por fin alguien me dice cómo conseguir la paz".

Así que un día se decidió a probar el silencio: por una vez en su vida, se retiró de todas sus distracciones e incluso de si mismo durante un rato. No tuvo que ir muy lejos, ni vivir complicadas experiencias. Sólo tuvo que encontrar un lugar y un momento preciso.

Aquel día descubrió muchas cosas.

La primera es que el silencio es al corazón de las personas, lo que la música a los oídos y el vino al paladar: alegra, pone a tono, hace cosquillas...

Del silencio, el hombre obtuvo la ilusión, la esperanza y la comprensión. Consiguió rebajar sus malos sentimientos y su malestar. Amplió lo que le hacía sentirse común con los demás.

Mediante el silencio, el hombre se hermanó con otros seres humanos.

Finalmente, el hombre halló a la divinidad, en ese silencio. Dios le esperaba allí. Entendió, al cabo de los años que, como Dios no tiene otra forma más directa de hablar con el hombre, siempre espera a que el hombre se calle y escuche.

El hombre oyó a Dios y obtuvo grandes recompensas.

Fin.

El silencio da paz, pero la tentación de no dejar hablar a los demás es muy grande... Hay tantas cosas que reclaman nuestra atención... pero, a la vez, hay tan pocas que de verdad valen la pena...!

Del silencio, como del nadar, uno aprende tirándose de cabeza. Así que ¡¡ssssssshhhhhhhh!!, un poco de silencio nos dará paz.

miércoles, 15 de enero de 2014

El cielo y el infierno separados por bastones

Cuento inventado once.


Aunque no está inventado por mí, alguien lo inventó. Y yo me invento cómo lo cuento hoy.
Así pues, es un cuento inventado.

Érase una vez un. ser humano que quiso saber la diferencia entre el cielo y el infierno.

Lo deseó tanto que, finalmente, un ángel se decidió a bajar a la tierra y llevarle de visita a los dos lugares, empezando por el infierno.

El humano observó en el infierno una gran mesa. Llena estaba de manjares y de lujos. No faltaba de nada. Sin duda aquella mesa era capaz de alimentar a millares de almas.

Sin embargo la gente que estaba pululando el lugar, alrededor de la mesa, estaba muy delgada. Parecían todos muy hambrientos. Miserablemente hambrientos, a pesar de la cantidad de alimento disponible.

Al ser humano le sorpendió que todas esas almas en pena llevaran atadas un bastón en cada brazo, de manera que nadie podía emplear las manos y todo lo que las almas querían tomar, lo debían de tomar con los bastones. Igual que los palillos xinos, pero al por mayor.

Sorprendido por la abundancia de comidas y la pobreza de los comensales, el ser humano fue acompañado por el ángel al cielo.

Allí esperaba encontrarse algo diferente. Pero no fue así. En el cielo se encontraba la misma mesa de manjares lujosos que en el averno.

Los invitados a la mesa también tenían largos bastones atados en los brazos, que les impedían emplear las manos.

Sin embargo todos los comensales estaban bien alimentados. Tenían cara de amplia felicidad y contaban todos con un aspecto inmejorable.

Finalmente el hombre fue devuelto a la tierra.

Cuando el ángel volvía hacia el cielo, el ser humano lo interpeló: "por favor, respóndeme. Si el cielo y el infierno se parecen tanto, ¿en qué se diferencian?

El ángel respondió: "Cierto es que en ambos lugares existe la misma mesa y las personas tienen atados sus brazos a los bastones. Pero mientras que en el infierno todos pasan hambre, penurias y sufrimientos, en el cielo todo es gozo y alegría".

El ser humano dijo: "Ya me he dado cuenta de esto, pero... ¿qué explicación de fondo tiene todo esto?"

El ángel respondió: "La verdad es que en el infierno nadie es castigado. Sólo damos lujos y cosas buenas, y la gente sigue siendo libre para elegir lo que quiere...

Pero como todos son egoístas y solo quieren satisfacer sus propias necesidades, nunca piensan en los demás. Y así, todos quieren tomar su propio alimento con sus brazos y palos. Pero nunca consiguen ponérselo en la boca, porque les es imposible: los bastones se lo impiden.

En cambio, en el cielo todos tienen los mismos lujos. Pero como la gente elige ser generosa y servicial, los unos se dan de comer a los otros y nunca falta de nada a ninguno. Por eso están todos tan sanos y bien alimentados: porque unos se preocupan de servir a los demás.

¿Lo entiendes ahora, verdad?"

Desde ese instante, aquel ser humano se desvivió por los demás, en la esperanza de ser invitado a una mesa de riqueza infinita que solo tenía sentido si se compartía con los demás.

sábado, 11 de enero de 2014

Más cuestión de tiempo


Cuento inventado diez


No es un cuento. Más bien otra reflexión que se puede contar como un cuento, a propósito del tiempo y de la sabiduría.

Es así:

Se dice que más sabe el diablo por viejo que por diablo.
Se entiende comunmente que el tiempo trae la sabiduria.

Se cree que la gente se vuelve sabia con el tiempo.

Pero una vez me encontré con un sabio de verdad.

Me dijo que el tiempo, por sí solo, no trae la madurez.

"El tiempo y las cosas que nos pasan", dijo el sabio, "son los que nos vuelven más sabios".

Así que el tiempo solo no vale para nada, si no nos pasan cosas, si no vivimos la vida.

Y las cosas que nos pasan no nos sirven de nada, si no las dejamos madurar en la barrica del tiempo.

Hay gente joven muy sabia y gente vieja muy ignorante.

Hay vivencias muy intensas que no implican sabiduría y vidas muy rutinarias repletas de la erudición.

Hay que vivir la vida, y dejar pasar el tiempo, si queremos ser sabios.

miércoles, 8 de enero de 2014

Cuestión de tiempo

Cuento inventado nueve


Tic-tac, tic-tac, tic-tac... Han pasado tres segundos más. Y no los puedo guardar...

Trato de agarrarlos con las manos, así, ¿ves? Tic-tac, tic-tac, tic-tac...

No puedo de ningún modo: se me van todos de las manos. Tic-tac, tic-tac, tic-tac... Se me escapan.

Ya ves. El tiempo pasa y no lo puedo recuperar.

Y la vida pasa con el tiempo. Mis días son los "tic" y mis noches son los "tac".

Con la facilidad de quien dice "te amo", me acaban de pasar otro día y otra noche, que ya no volveré a vivir.

¿Puede alguien cerrar el grifo?

¿Es que no puedo ni contemplar el tiempo que vivo y que es mío?

Un día me voy a enfadar, y ya veréis...Tic-tac, tic-tac, tic-tac...

¿Sabes qué? Creo que es muy mala suerte tener que gastar tiempo hagamos lo que hagamos. La gente, para cualquier cosa, NECESITAMOS tiempo.

Si pienso, el tiempo pasa.
Si olvido, el tiempo pasa.
Tic-tac, tic-tac, tic-tac...
Si hablo, trabajo o descanso, el tiempo pasa.
Y no puedo recuperar el tiempo.

Tic-tac, tic-tac, tic-tac...

¿Sabes qué mas? Me pasa por la cabeza no hacer nada.

¡CLARO!
Si haciendo cosas pasa el tiempo, no haciéndolas no debe de pasar el tiempo. ¿Verdad?

Pues eso. No voy a hacer nada...
Tic-tac, tic-tac, tic-tac...

¿Todavía pasa el tiempo? Y más rápido... ¡¡¡Pero si no estoy haciendo nada!!!

No puedo librarme del tiempo. Siempre pasa. A pesar de no hacer nada. 

Me puse a llorar de rabia. Y ni con esas...
Nadie me devuelve el tiempo perdido.

Tic-tac, tic-tac, tic-tac...

¡¡¿QUERÉIS HACER EL FAVOR DE PARAR EL TIEMPO?!!  

Ya está: la culpa la tiene el reloj.

¡Crunch!, ¡bang!, ¡plof! 

Me he cargado el reloj. Lo he pisado hasta romperlo y seguro que he conseguido parar el tiempo.

Tic-tac, tic-tac, tic-tac...

¿Y ahora, de dónde sale este tic-tac?

¿Sale de mi interior?

¡No puede ser! ¡Eso es un disparate!

¡¡¿ES QUE VOY A TENER QUE PISARME A MÍ MISMO?!!

Riiiing, riiing!  Riiiing, riiing! (el teléfono)

¿Quién es?

Tic-tac, tic-tac, tic-tac...

¡Ah! ¡Muy bien! Muy feliz de oirte... mmmm.... Ya veo... Bueno, pues no hay nada que agradecer. Solo fue cosa de diez minutos... 

¿Cómo? ¿Que a tí te representaron cuatro horas?

Bueno, pues, de verdad, de nada... Ya nos vemos pronto. 

Un saludo.

Era mi amigo Pablo. Dice que el otro día, cuando le llevé en mi coche al aeropuerto, le facilité mucho la tarea y que le permití ganar un tiempo muy valioso.

Pablo es médico y dice que ese día pudo atender a cinco enfermos que necesitaban su ayuda aquella tarde.

Cuatro horas, divididas entre las cinco personas sonnn... 48 minutos por persona... ¡¡CUARENTA Y OCHO MINUTOS!!

O sea, que mis DIEZ minutos de ayuda a Pablo le hicieron ganar 48 minutos a cuatro personas...

Tiiiiiiic-taaaaac, tiiiiiiic-taaaaaac, tiiiiiiiiiiiic-taaaaaaaaac...

¿Oyes? El tiempo se detiene.

El tiempo alcanza para más cosas... El tiempo se multiplica...

¿¿¿¿EL TIEMPO SE MULTIPLICA CUANDO SE LO DAS A LOS DEMÁS????


¡La respuesta es SÍ!

sábado, 4 de enero de 2014

Buscando el dinero que falta

Cuento inventado ocho


Hoy, en realidad, no voy a explicar un cuento. Más bien contaré un problema. Uno gordo. Aunque lo voy a convertir en cuento. Algunos seguro que lo conocen. Otros no. Os cuento.

Éranse una vez tres amigos que salieron a cenar una noche. Fueron a su restaurante preferido.

Terminada la cena, los amigos piden la cuenta y el camarero les dice que el ágape costó 30 euros en total. Treinta euros, treinta dólares, treinta pesos... dilo en la moneda que te parezca.

Los amigos deciden pagar a partes iguales, es decir, aportan 10 euros cada uno. Así, cada cual deja su billete de diez encima de la mesa.

El camarero recoge el dinero y se va con él a la caja del establecimiento.

Allí le entrega el dinero al propietario del restaurante, el cual le dice al camarero que los tres amigos son clientes muy antiguos y que bien vale la pena hacerles una rebaja de cinco euros.

Así que, en vez de cobrarles 30 euros, esa noche solo les va a cobrar 25 por toda la cena.

El camarero toma entonces cinco monedas de euro de la caja registradora y se dispone a devolvérselos a los tres comensales.

A medio camino, sin embargo, el camarero piensa lo siguiente: "Si en vez de cinco euros les devuelvo tan solo tres, seguro que los clientes estarán satisfechos por la rebaja, pues esperaban pagar treinta y finalmente les costará veintisiete. Por otra parte, yo me quedo los dos euros restantes, de propina, y todos contentos.

Así pues, el camarero termina por devolver un euro a cada comensal, diciéndoles que se trata de una cortesía de la casa, y ocultándoles que él mismo se quedó con una propina.

Clientes contentos, propietario contento, camarero contento.

Fin del cuento.

Si entendiste el problema planteado hasta este momento, deberías ser capaz de ver que cada cliente, que había pagado diez euros al principio, ahora sólo paga nueve, pues el camarero devolvió uno a cada comensal.

Si multiplicamos nueve euros por tres clientes, el resultado es de 27 euros. Si además sumas los dos que se quedó el camarero, sumamos 29.

¿De acuerdo?

Y ahora: ¿dónde está el euro que falta para llegar a los treinta?

Puedes estar horas y horas buscándolo. Seguro que lo encuentras pensando un rato, aunque tal vez algún profesor de Matemáticas pueda ayudarte.

La cuestión de verdad, la que realmente me preocupa es: ¿Si todas las personas necesitamos de paz y de buena convivencia, por qué el mundo no es justo con todos? 

Es decir:

Si todos tenemos el mismo derecho a vivir y a ser felices, a ser libres de la esclavitud ¿por qué hay cadenas que todavía atan a la gente?¿Por qué hay gente infeliz?

¿Por qué, en definitiva, la necesidad de felicidad de la gente es mayor que la felicidad que el mundo puede proporcionar?

Tal vez es porque demasiadas veces nos fijamos en el "euro" que falta, y no en la gente misma.

Tal vez porque en el mundo hayan muchos ladrones que, de camino, se encargan de hacer desaparecer el dinero que haría felices a las personas que realmente lo necesitan.

Tal vez porque el mundo está mal repartido.