En
un país muy lejano y un tiempo muy antiguo, un joven fue a buscar trabajo a un
campamento de leñadores. El joven, fuerte y de buen temperamento, consiguió un
empleo ese mismo día. Le dieron un hacha y le enviaron a un bosque cercano a
cortar árboles.
El
primer día, cortó muchos.
El
segundo, cortó la mitad.
El
tercer día, preocupado, se empleó el doble. Pero sólo derribó una cuarta parte
de los árboles del primer día.
El
cuarto, agotado, no cortó ninguno.
Al
amanecer del quinto día el capataz apareció por el bosque y le preguntó al
joven sobre su rendimiento decreciente. “¿Cuánto hace que no afilas el hacha?”,
le dijo.
“La
verdad es que no he tenido tiempo… He estado demasiado ocupado cortando árboles”,
respondió el inexperto leñador.