lunes, 19 de septiembre de 2016

Respeta y te respetarán


Cuento inventado veinticinco

Un hombre occidental acudió al cementerio a visitar la tumba de un familiar querido. Depositó ante el féretro un hermoso ramo de flores.

A su lado una mujer, de una raza y religión distintas, colocaba un tarro de miel ante la lápida de un difunto.

El hombre, con sorna, hizo el comentario siguiente:

--“¡Qué costumbre tan rara! No sabía que los muertos pudieran levantarse para saborear la miel.”

A lo que la mujer le respondió:

--“Tampoco yo he oído jamás que un muerto se levante para oler flores.”

El aprendizaje que se llevó el hombre occidental es que hay que respetar las creencias y que, en vez de juzgar primero y escuchar después, hay que escuchar primero y valorar después.

lunes, 12 de septiembre de 2016

¿Dónde están sus muebles?

Cuento inventado veinticuatro

El joven tenía muchas inquietudes. Había ahorrado, había pedido un año sabático de su trabajo y con su tiempo y su dinero había emprendido un largo viaje buscando a un sabio muy sabio para preguntarle cosas muy importantes.

Tras muchas semanas de vuelos, travesías y peligros, al fin el joven encontró al sabio en una cueva, en medio de un desierto en el otro confín del mundo.

El sabio vivía austeramente, como un ermitaño.

--“¿De verdad usted vive aquí?”, le preguntó el joven

-- “De verdad que sí”, respondió el sabio.

-- “¿Y dónde están sus muebles, y su cocina, y su biblioteca?”, preguntó el joven.

--“¿Y dónde están los suyos?”, respondió el sabio.

--“¡No los llevo encima! Yo solamente estoy de paso”, respondió el joven

--“Entonces, igual que yo”, dijo el sabio.

Y así comenzó una larga amistad.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Control social


Cuento inventado veintitrés


El experimento fue famoso, aunque al cabo de unos años nadie se acordaba de él.

La cosa fue así: unos científicos encerraron a cinco chimpancés en una jaula para observar su comportamiento. Cada mañana, a través de una trampilla en la parte superior de la jaula, descolgaban una cesta llena de frutas y esperaban la reacción de los animales.

Cuando uno de los simios subía a por la fruta, los científicos activaban un chorro de agua helada que empapaba a los cuatro que se quedaban rezagados.

Así fue día tras día.

Llegó un momento en que cuando un chimpancé iba a subir, los otros cuatro le daban una paliza y le quitaban las ganas de hacerlo.

Al fin, ninguno de los cinco simios tuvo interés en subir a por la fruta, por muy apetitosa que pareciera.

Los científicos retiraron a uno de los chimpancés y lo substituyeron por otro nuevo, que no conocía el experimento. Aquel mismo día, el nuevo vio el cesto con fruta y se lanzó a por él. Los otros cuatro le atacaron con violencia y se lo impidieron.

A la semana siguiente, los científicos cambiaron a otro de los simios y pasó exactamente lo mismo: los cuatro chimpancés le dieron una paliza y evitaron que subiera. Como detalle: el animal que había entrado la semana anterior a la jaula fue uno de los que más fuerte golpearon al nuevo.

Semana tras semana, los científicos fueron cambiando el grupo de cinco chimpancés originales por cinco nuevos. Ninguno de ellos había sido bañado por la manguera de agua helada, pero cualquiera de ellos sabía perfectamente que si trataba de subir a por el cesto de fruta recibiría una paliza de los demás.

Tratando de investigar sobre el comportamiento de los humanos, los científicos escribieron tres moralejas:
  • Los simios, como los humanos, son animales de costumbres. Llega un momento en que dejan de plantearse los porqués y que actúan porque las cosas "siempre se han hecho así", aunque sean nuevos en el lugar.
  • Si subir a por la fruta representara el éxito y recibir el baño de agua fría fuera la mediocridad, la moraleja es que los mediocres tienden a castigar a los audaces, ya sea a través de la violencia física, la envidia o la crítica.
  • En cualquier sistema social podrá haber quien quiera destacar y quien no lo quiera, pero lo que es seguro es que nunca faltará alguien poniendo cestos con fruta, disparando chorros de agua helada y sentándose a observar, divirtiéndose, mientras los demás discuten lo que está bien y lo que está mal.