miércoles, 15 de enero de 2014

El cielo y el infierno separados por bastones

Cuento inventado once.


Aunque no está inventado por mí, alguien lo inventó. Y yo me invento cómo lo cuento hoy.
Así pues, es un cuento inventado.

Érase una vez un. ser humano que quiso saber la diferencia entre el cielo y el infierno.

Lo deseó tanto que, finalmente, un ángel se decidió a bajar a la tierra y llevarle de visita a los dos lugares, empezando por el infierno.

El humano observó en el infierno una gran mesa. Llena estaba de manjares y de lujos. No faltaba de nada. Sin duda aquella mesa era capaz de alimentar a millares de almas.

Sin embargo la gente que estaba pululando el lugar, alrededor de la mesa, estaba muy delgada. Parecían todos muy hambrientos. Miserablemente hambrientos, a pesar de la cantidad de alimento disponible.

Al ser humano le sorpendió que todas esas almas en pena llevaran atadas un bastón en cada brazo, de manera que nadie podía emplear las manos y todo lo que las almas querían tomar, lo debían de tomar con los bastones. Igual que los palillos xinos, pero al por mayor.

Sorprendido por la abundancia de comidas y la pobreza de los comensales, el ser humano fue acompañado por el ángel al cielo.

Allí esperaba encontrarse algo diferente. Pero no fue así. En el cielo se encontraba la misma mesa de manjares lujosos que en el averno.

Los invitados a la mesa también tenían largos bastones atados en los brazos, que les impedían emplear las manos.

Sin embargo todos los comensales estaban bien alimentados. Tenían cara de amplia felicidad y contaban todos con un aspecto inmejorable.

Finalmente el hombre fue devuelto a la tierra.

Cuando el ángel volvía hacia el cielo, el ser humano lo interpeló: "por favor, respóndeme. Si el cielo y el infierno se parecen tanto, ¿en qué se diferencian?

El ángel respondió: "Cierto es que en ambos lugares existe la misma mesa y las personas tienen atados sus brazos a los bastones. Pero mientras que en el infierno todos pasan hambre, penurias y sufrimientos, en el cielo todo es gozo y alegría".

El ser humano dijo: "Ya me he dado cuenta de esto, pero... ¿qué explicación de fondo tiene todo esto?"

El ángel respondió: "La verdad es que en el infierno nadie es castigado. Sólo damos lujos y cosas buenas, y la gente sigue siendo libre para elegir lo que quiere...

Pero como todos son egoístas y solo quieren satisfacer sus propias necesidades, nunca piensan en los demás. Y así, todos quieren tomar su propio alimento con sus brazos y palos. Pero nunca consiguen ponérselo en la boca, porque les es imposible: los bastones se lo impiden.

En cambio, en el cielo todos tienen los mismos lujos. Pero como la gente elige ser generosa y servicial, los unos se dan de comer a los otros y nunca falta de nada a ninguno. Por eso están todos tan sanos y bien alimentados: porque unos se preocupan de servir a los demás.

¿Lo entiendes ahora, verdad?"

Desde ese instante, aquel ser humano se desvivió por los demás, en la esperanza de ser invitado a una mesa de riqueza infinita que solo tenía sentido si se compartía con los demás.

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