sábado, 21 de diciembre de 2013

El crack del balón - ¿Quién vivirá su vida mejor que uno mismo?

Cuento inventado cuatro


Recuerdo aquel equipo de fútbol que ganó la competición hace unos años. Eran muy buenos. Recuerdo especialmente a un jugador sensacional, como he visto pocos. Y a su alrededor estaban otros jugadores, que no salían tantas veces en televisión ni en los periódicos. Pero, en cambio, se esforzaban mucho en su trabajo.

Y fue gracias a la concentración del guardameta, que detuvo aquel lanzamiento tan importante del rival, y a la atención de los defensas, que evitaron el peligro, y al olfato de gol de los delanteros y a la pericia de los lanzadores de faltas como, juntamente con el crack del balón, el equipo salió vencedor.

El día que la estrella se lesionó, el equipo siguió ganando partidos, aunque no podía contar con la habilidad del temible jugador. Uno solo no es nada. El grupo lo es todo.

Érase una vez un niño que vivía apasionado por el famoso crack del balón. Coleccionaba fotografías, cromos y recortes de periódico de la estrella y, por las noches, soñaba con él. 

Un día el niño llegó a su casa llorando desconsolado. Se había peleado con otros niños en el recreo, porque todos querían ser el crack del balón en el patio. Tras la pelea, otro niño más fuerte se había quedado con el derecho a ser llamado crack del balón. Y el pobre niño llegó a su casa humillado y deprimido.

Su papá, que era mayor que él y había visto jugar mucho al fútbol, le preguntó: "dime, hijo, ¿qué jugador es tu preferido?". Y el niño respondió: "mi preferido es el crack del balón, papá".

"Y dime, hijo, ¿cómo de bueno es el crack del balón?", preguntó el padre.

"Es el mejor del mundo, papá. Es el mejor del mundo, pues nadie sabe jugar tanto como él".

"Y si el crack del balón jugara él sólo contra un equipo de cinco jugadores, ¿quién ganaría?"

"Sin duda el crack del balón podría con los cinco, papá".

"Y si el crack del balón jugara él sólo contra un equipo de once jugadores, ¿quién ganaría?".

"Bueno", el niño dudó antes de responder, "sin duda el crack del balón es muy bueno, pero tal vez no podría con los once".

"¡Bien!", dijo el padre. "Verás hijo: la gente le da demasiada importancia a un solo jugador o a una sola pieza del juego. Y todo porque la gente quiere ser protagonista. Pero si no fuera por el resto del equipo, no habría posibilidad de éxito. Primera lección: jugar en equipo es siempre mejor que jugar solo".

El niño escuchaba atentamente.

"También te encontrarás con muchas personas en el mundo que no son conscientes de la importancia que tienen ellas mismas. Hay personas, muchas por desgracia, que no saben que juegan un papel único e irrepetible en la vida. Y no se dan la importancia que merecen. Eso es un error, porque nadie es sustituible y todo lo que tenemos por hacer, o lo hacemos nosotros o queda por hacer... ¿Quién vivirá su vida mejor que uno mismo, por ejemplo?"

"Así pues", siguió el padre, "si nadie puede vivir tu vida mejor que tú mismo y vives tu vida con mayor alegría que nadie, por fuerza tú debes de ser un crack en tu propia vida. Segunda lección: debes descubrir qué cosas hay en tu vida y cómo valorarlas, si quieres ser un crack de verdad".

"Sí, papá. Tienes razón".

"Y todavía un tercer aprendizaje. Seguir los dos consejos anteriores a la vez puede hacerte ganar todas las competiciones. A tí, y a unos cuantos más. Si pones tu talento al servicio del colectivo, vamos a ganar todos, ¿no crees?".

Ese día el niño dejó de admirar solamente al crack del balón y pasó a admirar al equipo entero.

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