miércoles, 25 de diciembre de 2013

El Belén y el extintor

Cuento inventado cinco


Un cuento ligeramente navideño. Recuerdo como si fuera ayer el día en que la maestra nos llevó de excursión a visitar un museo lleno de cuadros. 


Érase una vez unos niños que iban a la escuela. Un día, la maestra les propuso ir de excursión a un museo de un famoso pintor. Emocionados, los niños respondieron que irían encantados. Pero no sabían lo que era un museo.

Al llegar al recinto, se encontraron con una señal que pedía silencio y orden a todos los visitantes. Así pues, la maestra les dijo a todos que se comportaran adecuadamente, como adultos.

Tras del grupo de niños venía un contingente de turistas, venidos de tierras lejanas. Silenciosos y atentos, iban paseando tranquilamente por todas las salas del museo, observando todo y disfrutando de cada cuadro como la obra de arte única que era.

Los turistas tenían que avanzar lentamente por las salas, a causa de la lentitud de algunos niños, que se iban rezagando mientras atendían a las explicaciones de la maestra. Aguantaron estoicamente, entendiendo que se trataba de niños y que debían dejar que aprendieran sobre aquellas maravillas de cuadros.

Dentro de la clase habían algunos niños muy revoltosos a los que las explicaciones de la maestra aburrían mucho. Decidieron hacer travesuras. Pero como la maestra y el vigilante del museo les reñían si hablaban o reían más fuerte de lo usual, prefirieron preparar sus bromas en voz baja.

"Mira", susurró uno de los niños revoltosos a otro, "allí hay un extintor, colgado de una pared. ¿Qué te parece si nos qedamos quietos delante de él y hacemos como si lo observáramos con gran atención?"

Dicho y hecho, media docena de niños se quedaron mirando al extintor de cerca y asintiendo con la cabeza como si, en verdad, se tratara de una obra de arte.

Cuando los turistas les alcanzaron, los niños salieron corriendo y se escondieron tras una esquina para contemplar la escena.

Realmente fue muy gracioso, pues muchos de los turistas se quedaron contemplando el extintor, tratando de identificar qué había atraído la atención de los pequeños durante tanto rato. Primero llegaron dos, luego otros dos, luego cuatro y así, hasta una docena de turistas se pusieron a mirar el extintor del derecho y del revés, como si se tratara de una pieza de arte del museo.

Los niños revoltosos rieron abundantemente durante el resto de la visita, porque habían conseguido engañar a los turistas y hacerles creer que una cosa sin importancia tenía un gran interés. No prestaron atención a nada más que a sus risas y a su travesura.

Uno de esos niños era yo.

Años después me di cuenta de lo que me perdí al no prestar la atención debida a los cuadros de aquel artista genial, que tenía por nombre Pablo Picasso. Nunca más tuve la ocasión de ver esos cuadros que me perdí.

Seguro que, sin embargo, aquellos turistas habrán visto montones de otros extintores a lo largo de sus vidas.

En estos días tan señalados para una buena parte de la humanidad, es posible que alguno de los lectores haya montado un Belén en casa, o un arbol de Navidad, o que haya recibido postales de felicitación y buenos deseos. 

Me he acordado del cuento de los niños en el museo porque, hasta ahora, he observado los adornos navideños, las buenas intenciones y deseos y el Belén como si fueran extintores, en vez de "Picassos".

Creo que trataré de observar con detalle todos esos signos de la Navidad como si fueran "Picassos", en vez de extintores.

Si le presto atención a las cosas, sin duda encontraré cosas cautivadoras. 

Valdrá la pena intentarlo. 

Feliz Navidad.

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