Cuento inventado veinticinco
Un hombre occidental acudió al cementerio a visitar la tumba de un familiar
querido. Depositó ante el féretro un hermoso ramo de flores.
A su lado una mujer, de una raza y religión distintas, colocaba un tarro de miel ante la lápida de un difunto.
El hombre, con sorna, hizo el comentario siguiente:
--“¡Qué costumbre tan rara! No sabía que los muertos pudieran levantarse
para saborear la miel.”
A lo que la mujer le respondió:
--“Tampoco yo he oído jamás que un muerto se levante para oler flores.”
El aprendizaje que se llevó el hombre occidental es que hay que respetar
las creencias y que, en vez de juzgar primero y escuchar después, hay que
escuchar primero y valorar después.
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