lunes, 5 de septiembre de 2016

Control social


Cuento inventado veintitrés


El experimento fue famoso, aunque al cabo de unos años nadie se acordaba de él.

La cosa fue así: unos científicos encerraron a cinco chimpancés en una jaula para observar su comportamiento. Cada mañana, a través de una trampilla en la parte superior de la jaula, descolgaban una cesta llena de frutas y esperaban la reacción de los animales.

Cuando uno de los simios subía a por la fruta, los científicos activaban un chorro de agua helada que empapaba a los cuatro que se quedaban rezagados.

Así fue día tras día.

Llegó un momento en que cuando un chimpancé iba a subir, los otros cuatro le daban una paliza y le quitaban las ganas de hacerlo.

Al fin, ninguno de los cinco simios tuvo interés en subir a por la fruta, por muy apetitosa que pareciera.

Los científicos retiraron a uno de los chimpancés y lo substituyeron por otro nuevo, que no conocía el experimento. Aquel mismo día, el nuevo vio el cesto con fruta y se lanzó a por él. Los otros cuatro le atacaron con violencia y se lo impidieron.

A la semana siguiente, los científicos cambiaron a otro de los simios y pasó exactamente lo mismo: los cuatro chimpancés le dieron una paliza y evitaron que subiera. Como detalle: el animal que había entrado la semana anterior a la jaula fue uno de los que más fuerte golpearon al nuevo.

Semana tras semana, los científicos fueron cambiando el grupo de cinco chimpancés originales por cinco nuevos. Ninguno de ellos había sido bañado por la manguera de agua helada, pero cualquiera de ellos sabía perfectamente que si trataba de subir a por el cesto de fruta recibiría una paliza de los demás.

Tratando de investigar sobre el comportamiento de los humanos, los científicos escribieron tres moralejas:
  • Los simios, como los humanos, son animales de costumbres. Llega un momento en que dejan de plantearse los porqués y que actúan porque las cosas "siempre se han hecho así", aunque sean nuevos en el lugar.
  • Si subir a por la fruta representara el éxito y recibir el baño de agua fría fuera la mediocridad, la moraleja es que los mediocres tienden a castigar a los audaces, ya sea a través de la violencia física, la envidia o la crítica.
  • En cualquier sistema social podrá haber quien quiera destacar y quien no lo quiera, pero lo que es seguro es que nunca faltará alguien poniendo cestos con fruta, disparando chorros de agua helada y sentándose a observar, divirtiéndose, mientras los demás discuten lo que está bien y lo que está mal.

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