Se dice que en cierta ocasión una mujer con muy buenas intenciones se encontraba
paseando por un campo, tras un rato de lluvia. El suelo estaba algo embarrado y
el camino era a veces complicado, pero la paseante disfrutaba de un agradable
olor a tierra mojada.
En cierto momento se detuvo a contemplar cómo un escorpión trataba de
cruzar un charco. El animal no conseguía avanzar y parecía que iba a ahogarse.
Así pues, se decidió a cogerlo y a sacarlo del agua. Fue entonces cuando el
escorpión la picó con fuerza. Por pura reacción al dolor, la mujer lo soltó y
el animal volvió a caer en el charco, quedando nuevamente en peligro de
ahogarse.
Un hombre que había contemplado la escena se acercó al paseante y con cierta
arrogancia le dijo: “Es un escorpión. ¿No lo ve? Cada vez que trate de sacarlo
del agua le va a picar. Está en su naturaleza”.
La mujer le respondió: “La naturaleza del escorpión es picar. Pero la mía
es ayudar. Así que voy a insistir”. Entonces tomó una de las muchas hojas de
árbol que había en el suelo y se valió de ella para empujar al animalito hasta dejarle
fuera del charco y a salvo.
La moraleja del cuento es que no debes cambiar tu naturaleza, aunque alguien
te haga daño. Si una rosa cambia su esencia, deja de ser una rosa. Y muchas
personas quedarán sin poder disfrutar de su aroma.
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